Chears


Aunque parezca mentira, lo peor de la adaptación española de Cheers no es su carente falta de ritmo cómico, sus forzadísimos chistes o su sonrojante falta de timing a la hora de introducir las risas enlatadas entre los dialogos, no. Lo peor de Chears (que es así como la voy a llamar a partir de ahora para diferenciarla de la serie original) es que expone al detalle una triste realidad de una gran parte de la ficción española. Que se encuentra a treinta años de retraso, y gracias, respecto a la vanguardia televisiva.

Y es que independientemente de que se trate de un remake o no, y evitando cualquier tipo de comparación con la serie de James Burrows y los hermanos Charles, Chears cae por su propio peso. Y lo hace porque acumula la mayoría de los vicios de la comedia de prime time actual. Actores que no son cómicos, repetición de los mismos chistes de siempre, nulo riesgo, guiones desajustados y una realización desastrosa. Al menos, ¡qué no todo va a ser malo!, alguna mente preclara ha tenido a bien ver que esto no da para un episodio de noventa minutos y con Chears se ha optado por el formato que mejor le viene a la sitcom, los treinta minutos máximos [1].

Si todo transcurre con normalidad, Chears coleccionará estupendos porcentajes de share y acumulará millones de espectadores cada semana. Porque parte de este inmovilismo se debe al respaldo que reciben estas producciones por parte de un público pasivo que solo quiere sentarse a ver la tele el domingo por la noche para llevarse una alegría antes de volver a trabajar el lunes y que le es indiferente ver Chears, Aída o cualquiera de las series o programas que les de a las cadenas por programar. Un público utilizado por los grandes jefes de este negocio, que respaldándose en esos números (falsos y manipulados) [2] de audiencias se amparan en la gran mentira de la televisión: "le damos al público lo que el público quiere". Ja. La pescadilla que se muerde la cola.

Así que ya puestos a destrozar legados, propongo hacerlo bien, desde el principio. Copiar Te Quiero Lucy y tirar a partir de ahí, a ver si con un poco de suerte dentro de otros treinta años nuestros hijos y nietos puedan ver en la televisión en abierto una versión de Cheers decente.

[1] Aunque otra mente no tan preclara, posiblemente con un puesto de despacho superior, siguiera empeñada en que con media hora no es suficiente y decidiera que lo que lo peta es emitir dos episodios seguidos.

[2] Recomiendo, y mucho, el visionado de este reportaje, ¿Quién está ahí?, bastante revelador sobre la medición de audiencias en España.