El Imperio de Nucky Thompson

Un hombre impecablemente vestido a orillas del mar oteando el horizonte. Las olas rompen y traen miles de botellas de whiskey a la costa de Atlantic City. Nuestro hombre, tranquilo, sin un ápice de sorpresa ante semejante fenómeno, deja que el agua moje sus lustrosos zapatos dando a entender clara responsabilidad de lo que está sucediendo. Cuando emprede su camino hacia el paseo marítimo, sus zapatos y el fino pantalón de su traje parecen recién salidos de la tintorería. Al fondo, el imperio de Nucky Thompson en todo su esplendor.




Éste es el efecto que tiene Boardwalk Empire, como un barril de whisky reposando en una bodega irlandesa esperando para ser importado de contrabando, con el tiempo te hace valorar mucho más elementos que estaban presentes desde el principio. Con el ritmo narrativo y la planificación a largo plazo de la gran novela americana, Terence Winter introduce tramas y persojes que desarrolla con parsimonia y sutileza hasta que la serie adquiere un momento de inercia imparable, como el que pudimos disfrutar en los últimos episodios de su segunda temporada.

Este año, poner a Nucky contra las cuerdas y desplazarlo de su trono sirvió para entender cómo llegó a ser el dueño de la ciudad. Sin las restricciones del cargo público, Nucky (interpretado magistralmente por esa máquina perfecta que es Steve Buscemi) es un enemigo implacable, capaz de hacer y deshacer alianzas a discreción, siempre con un as bajo la manga y, lo más importante, no olvidando nunca. Pero aunque Nucky sigue siendo el eje central de la historia, se podría decir que ésta fue la temporada de Jimmy Darmody. El trabajo realizado para este personaje, ya sea de interpretación a cargo de un Michael Pitt en estado de gracia o de desarrollo por parte de los guionistas, fue sencillamente espectacular.

Lo más fascinante para mi de Boardwalk Empire es la convicción en sus ideas y la ambición de la historia que pretende contar. En el marco del origen del crimen organizado en los Estados Unidos durante los años 20, se permite ser mucho más que una serie “de gangsters”. Boardwalk Empire es una serie sobre padres e hijos, sobre madres solteras, sobre el racismo, la inmigración, el poder, la religión, las creencias personales... La serie abarca una gran variedad de temas importantes y siempre tiene algo interesante que decir al respecto, todo a través de unos personajes retratados y desarrollados de forma magistral. Nunca vi una serie con tantas opciones de spin offs: a quién no le encantaría ver la historia desde el punto de vista de Arnold Rothstein, conocer el pasado de Richard o directamente una serie centrada en Chalky White.

Sería fácil (y erróneo) desmerecer a esta serie por la cantidad de dinero invertido en ella. Boardwalk Empire no deja lugar a dudas del talento y la veteranía de sus productores. Yo destacaría decorados como la casa del Comodoro o el paseo marítimo, el espectacular uso de la pantalla verde, el vestuario y la banda sonora, compuesta casi exclusivamentente por piezas de la época.

Por su intencionado ritmo y discutible falta de espectacularidad (si la comparas con Game of Thrones o Breaking Bad...) a muchos les costaba creer que Boardwalk Empire fuese la nueva gran serie de HBO, pero esta segunda temporada dejó muy claro que el imperio de Nucky Thompson no tiene nada que envidiarle al de Tony Soprano. No sé qué nos espera en el horizonte de Atlantic City, pero al igual que los ejecutivos de HBO, me resulta muy fácil depositar mi confianza en nombres como Terence Winter, Tim Van Patten o Martin Scorsese.