Community, Dan Harmon y la percepción del espectador
A no ser que hayáis estado viviendo dentro una burbuja los dos últimos años ya conoceréis de sobra todos los detalles y pormenores del culebrón protagonizado por NBC, ¡esa cadena!, y Dan Harmon, creador y guionista de Community. Tras el despido de Harmon (y la consecuente marcha de su mano derecha, Chris McKenna) llegó una cuarta temporada, la marcha de Chevy Chase, una renovación que pocos daban por hecha y una no más sorprendente vuelta del dúo Harmon/McKenna. Todo ello contado minuto a minuto y analizado hasta el hartazgo, lo que nos lleva a preguntarnos hasta que punto esta sobredosis de información es capaz de influir en la percepción del espectador a la hora de ver y valorar una serie.
Pero a toro pasado es casi imposible responder a esa pregunta con exactitud, porque una vez que tenemos el conocimiento no podemos aislar nuestra opinión de él. Evidentemente yo os puedo decir (como ya os dije) que se nota en la cuarta temporada de Community no solo un bajón de calidad si no cierta desconexión con lo anterior que venía justo por querer imitar las formas y el estilo de Harmon que, para lo bueno y para lo malo, es muy personal. Pero lo que no puedo deciros es que en el hipotético caso de que me hubiera tirado los dos últimos años viviendo dentro de una burbuja y hubiera visto esa misma cuarta temporada de la serie hubiera sido tan severo en mis apreciaciones. Posiblemente, solo posiblemente, hubiera notado cierta bajada en la consistencia de una serie por si irregular y se lo achacaría a un agotamiento creativo, una situación que ocurre constantemente en la televisión. O quién sabe, puede que en un ataque de fan loco hubiera afirmado que el hecho de apostar por explotar la mitología de la serie fue un aspecto positivo y un paso adelante en la evolución de la misma. O, simple y más probablemente, no hubiera notado exactamente nada y me hubiera ahorrado horas y horas de preocupación.
Lo que quiero decir con este galimatías es que es necesario aprender a manejar y procesar los torrentes de noticias e informaciones con los que somos bombardeados continuamente. Por supuesto que es positivo tener a dos clicks todos los datos posibles sobre una serie y es indudable que nunca ha habido espectadores más preparados e informados como ahora, algo que además hace evolucionar las costumbres y expectativas como televidente [1]. Pero en ciertos casos también es bueno dar un paso atrás e intentar acercarse a las series, que es lo que nos ocupa en este caso, con una actitud más abierta y menos prejuiciosa para poder disfrutar más de ellas y menos de las tribulaciones de la industria y sus consecuencias. Aunque sea casi imposible, claro.
[1] A estas alturas de la película está de más decir que el consumo de la televisión ha evolucionado considerablemente desde la consolidación de Internet como medio accesible para la mayoría de la población. Cogiendo otro ejemplo cercano, hace veinte años un hiato producido como el que se encuentra entre la segunda y tercera temporada de Sherlock hubiera tenido consecuencias muy diferentes. Y es que tal cliffhanger, nunca mejor dicho, nunca funcionó como tal porque antes de que se emitiera el episodio ya se sabía que la serie iba a continuar (por no decir que cualquier conocedor de la obra original sabía perfectamente que El Problema Final no suponía ni mucho menos el final de Holmes). El verdadero misterio, pues, ya no era tanto saber el qué (Sherlock vive y así te lo hacen saber en la última escena) si no en el cómo (el verdadero misterio, el que ha vuelto a mucha de la gente histérica y de lo que a la vuelta de la serie muy acertadamente se burlaron).