BoJack Horseman still is a very famous TV show


El pasado viernes Netflix, en un nuevo paso hacia la dominación mundial, estrenó la tercera temporada de BoJack Horseman, nuestra serie favorita sobre un caballo alcohólico y depresivo en busca de la felicidad perdida. Tras una tremebunda segunda temporada, y con los galones de ser un clásico casi desde su estreno, faltaba por comprobar que tal aguantaría la serie una nueva tanda de episodios. Pero tranquilos, porque si sois de los pocos que aún no la han devorado durante esta semana podemos deciros sin reparos (y sin spoilers) que la serie sigue rozando un nivel excelente y sigue demostrando que aún tiene mucho que contar.

Lo primero que hay que destacar de esta tercera temporada es que todo sigue funcionando casi a la perfección a un nivel estructural. Porque no nos olvidemos de que en Bojack Horseman confluyen tres series a la vez. A un nivel más básico nos encontramos ante una estupenda parodia que aprovecha el particular universo en el que se desarrolla para acribillar al espectador con chistes referenciales, malos juegos de palabras intencionados y una cantidad ingente de gags escondidos en el fondo de cada escena mientras que, en un segundo nivel, es una sátira del mundo del espectáculo estadounidense y de las personas que lo pueblan. Pero a esto, que ya sería suficiente como para construir una buena comedia, hay que sumarle que ante todo nos encontramos con una serie que se mete de fondo en el estudio de la naturaleza humana y la depresión. Y quizá lo más sorprendente de todo esto es que el cambio entre estos tres diferentes tonos se da con una naturalidad asombrosa, lo que sigue consiguiendo que la carga emocional aparezca cuando menos te lo esperas e impacte con especial fuerza.

Sabiendo que en la forma todo sigue bien es hora de meterse en el fondo. Posiblemente la mejor decisión para seguir ahondando en la personalidad y traumas de BoJack haya sido la de utilizar la carrera por el Oscar como laeitmotiv de la temporada. Ese maremágnum publicitario y de falsa exposición es perfecto para representar la hipocresía de Hollywoo (y Hollywood) y el daño que puede hacer a los que entran en su juego. Así que es justo decir que gracias a ello nunca la serie fue mejor en su faceta de parodia y crítica que en esta tercera temporada.


Pero el verdadero punto de diferenciación de la serie se encuentra a un nivel emocional. Lo que hace a BoJack Horseman especial es su descripción y análisis del ciclo autodestructivo de su protagonista. A la par que You're the Worst, o incluso de una forma más cínica como Rick and Morty, nos encontramos con una comedia que se mete de lleno en el tratamiento de temas muy dramáticos. Y lo que hace especial a esta temporada es la inclusión de un episodio, "Fish Out of Water" [1], que aglutina en veinte minutos toda la carga emocional de la serie y que sirve como ejemplo perfecto de sus bondades. Un episodio sin prácticamente dialogo en el que BoJack visita el fondo marino de ese mundo animalístico en el que habita para seguir promocionando su película. Un cambio de registro en el que su creador, Raphael Bob-Waksberg, es capaz de jugar con la narrativa tradicional de la serie y ofrecer media hora en la que saca al protagonista de su zona de confort en una historia que estilísticamente es un híbrido entre la melancolía de Chaplin y la locura de los Looney Toones. Un tour de force sobre la imposibilidad de comunicarse tanto literal (debajo del agua es imposible) como figuradamente (la imposibilidad manifiesta de expresar los sentimientos es aquí un tema recurrente) que funciona igual de bien como pieza de una temporada como de corto independiente que mostrar a cualquiera que no conozca la serie.

Pero las bondades de esta temporada no se quedan ahí, claro. En un episodio posterior, Brrap Brrap, Pew Pew, la serie entra en el debate del aborto y lo hace de una forma que muchas otras con más enjundia quisieran. En vez de utilizar el tema para exponer su moralina o como recurso dramático con el que traumatizar a un personaje femenino, BoJack se sirve del humor para construir un debate y exponer de forma orgánica diferentes puntos de vista con el último fin de lanzar un mensaje positivo sobre la libertad de elección y el apoyo. Y es que es curioso que un episodio dedicado a un tema como el  del aborto sea  quizás el menos depresivo y el más edificante de toda la temporada.

Estos son solo un par de ejemplos de lo que la serie da de sí en su tercera temporada, pero lo mejor es que descubráis el resto por vosotros mismos. Con un trabajo de doblaje excepcional encabezado por Will Arnett y Amy Sedaris y una pléyade de voces invitadas por episodio, la serie sigue siendo una de las comedias experimentales más a reivindicar. Es divertidísima a la vez que desgarradora y tierna a la vez que ácida. Una serie que te llega al alma pasando previamente por las entrañas y uno de los activos más atractivos que ahora mismo tiene Netflix en su catálogo. ¡Larga vida a BoJack Horseman!

[1] Para un análisis detallado y, claro, con spoilers os recomiendo este artículo de Jesse David Fox en Vulture.