La Prisionera
Desconozco si las grandes mentes pensantes responsables de Fringe, el famosísimo J.J. Abrahams y la pareja profesional casi inquebrantable que forman Alex Kutzman y Roberto Orci, tenían planeado el cambio de tercio sucedido en la segunda temporada de la serie, si fue cosa del destino o si por el contrario se trató del único recurso posible para abandonar unos tonos y estructuras bastante tediosos que no llegaban a nada y con los que la serie arrancó. Pero poco importa en estos momentos, porque la jugada les está saliendo redonda.
En una época en la que la televisión se ha quedado huérfana de Lost y en la que no han parado de aparecer series que se auto proclaman sus herederas repitiendo la fórmula con irregulares resultados (de Heroes a The Event y paso por Flash Forward porque me toca), Fringe ha optado por un desarrollo más conservador basado en unos pocos personajes, una narración clara y un desarrollo de los acontecimientos continuo que, en vez de cerrar puertas para abrir infinidad de ventanas, se encarga de ir sacando a la palestra las grandes preguntas que siempre se ha hecho la ciencia ficción. Y lo hace, con el mérito que ello conlleva, entregando toda la carga en unos personajes que dicen y hacen menos de los que aparentan y que son el catalizador del interés general de la serie.
Y en estas que nos encontramos en el comienzo de la tercera temporada en el que ese salto a las grandes preguntas ya se ha dado y en el que los paralelismo con los clásicos no dejan de aparecer. Todo empezó cuando Walter Bishop, cual Alicia, vislumbraba a través del espejo lo que allí acontecía y ahora somos testigos de como en esa Villa que representa el mundo alternativo, la agente Dunham, cual Prisionero, ha caído en al trampa de las drogas para ser controlada a manos de un Walternate mucho más eficiente, por ahora, que el cambiante Número 2.
¿Quienés somos en realidad?, ¿somos resultado de las casualidades?, ¿ha dónde pertenezco?, ¿puedo ser otra persona?, ¿podemos convivir con nuestros otros yo? La respuesta, cada semana, en Fringe.
[+] Luz de gas en el Diario de Mr. MacGuffin.
[+] Fringe: Imaginations from the other side en Freak´s City.
[+] La identidad ante el espejo en Diamante en Serie.
En una época en la que la televisión se ha quedado huérfana de Lost y en la que no han parado de aparecer series que se auto proclaman sus herederas repitiendo la fórmula con irregulares resultados (de Heroes a The Event y paso por Flash Forward porque me toca), Fringe ha optado por un desarrollo más conservador basado en unos pocos personajes, una narración clara y un desarrollo de los acontecimientos continuo que, en vez de cerrar puertas para abrir infinidad de ventanas, se encarga de ir sacando a la palestra las grandes preguntas que siempre se ha hecho la ciencia ficción. Y lo hace, con el mérito que ello conlleva, entregando toda la carga en unos personajes que dicen y hacen menos de los que aparentan y que son el catalizador del interés general de la serie.
Y en estas que nos encontramos en el comienzo de la tercera temporada en el que ese salto a las grandes preguntas ya se ha dado y en el que los paralelismo con los clásicos no dejan de aparecer. Todo empezó cuando Walter Bishop, cual Alicia, vislumbraba a través del espejo lo que allí acontecía y ahora somos testigos de como en esa Villa que representa el mundo alternativo, la agente Dunham, cual Prisionero, ha caído en al trampa de las drogas para ser controlada a manos de un Walternate mucho más eficiente, por ahora, que el cambiante Número 2.
¿Quienés somos en realidad?, ¿somos resultado de las casualidades?, ¿ha dónde pertenezco?, ¿puedo ser otra persona?, ¿podemos convivir con nuestros otros yo? La respuesta, cada semana, en Fringe.
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