A good man goes to war



Desde el relanzamiento de la serie en 2005 las audiencias parciales de las segundas partes de temporada de Doctor Who siempre han bajado en comparación a la de los primeros episodios. Y aunque después de sumarles las reposiciones y reproducciones online por el iPlayer de la BBC los números se suelen equilibrar, rondando los 10 millones de media por episodio, lo cierto es que el parón que va a sufrir la serie hasta septiembre se debe, bastante, a esta circunstancia. Una oportunidad de oro, dicho lo cual, para que Steven Moffat cree un cliffhanger lo suficientemente importante como para hacer que al termino del verano, cuando los espectadores ya no estén tan tentados de salir de casa por el buen tiempo, la expectación sea máxima (y las audiencias, también).

Hace ya un par de años desde que el propio Mofffat se encargara de introducir a la Profesora River Song con milimétrica planificación [1], gestando la figura del Undécimo Doctor. El esquema Moffat, el de verdad, se basa en plantear respuestas más grandes que las propias preguntas que nunca suponen un cierre, si no un nuevo cruce de caminos que desemboca en un juego de especulaciones y cuestiones lo suficientemente atrayentes como para poder desarrollar, paralelamente, el conjunto de historias autoconclusivas que han definido siempre a la serie.

En este A good man goes to war, entre homenajes estéticos a Star Wars (y a la propia serie con esa reunión de monstruos clásicos), Moffat ha revelado quien es River Song [2], y más que cerrar incógnitas y debido a la naturaleza de esa identidad, abre una nueva serie de reinterpretaciones a lo sucedido hasta ese momento. Y por el camino eleva al Doctor hacia nuevos y furiosos caminos que Matt Smith se encarga de escenificar a la perfección con un juego de muecas imposibles mientras que heroíza y da dimensión a los acompañantes, que se erigen, más que nunca, como elementos centrales de la historia.

Y al final el Doctor ríe y promete que todo saldrá bien. Como siempre hace, aunque sea imposible que así sea. Un cierre esperanzador que clausura una mitad de temporada que empezó con mucha fuerza, poniendo todas las cartas sobre la mesa, se diluyó a base de piratas, se salió de la tangente al presentar un visión personalísima de la serie en el fan fiction llevado a las últimas consecuencias escrito por Neil Gaiman y que jugó al despiste, doppelgängers mediante, en otra doble historia que tiraba mucho del espíritu clásico de la serie y que servía de introducción a un delirante y precipitado final.

Ahora toca esperar hasta septiembre para comprobar si el puzzle temporal sigue siendo tan trepidante como hasta ahora. ¿El gancho? Nada de trailers y un sugerente, y me atrevo a presagiar que embustero, título. Lets Kill Rory Hitler.

[1] A sabiendas de que él sería el responsable de Doctor Who tras la cuarta temporada, Steven Moffat introdujo el personaje de River Song en el díptico Silence in the Library/Forest of the Dead (4.8, 4.9). Y a vista pasada se puede comprobar hasta que punto estaban trazadas las intenciones del guionista.

[2] SPOILER: Melody Willimas Pond, para los allegados. Hija de Amelia Pond, la chica que esperó, y de Rory Williams, El Último Centurión, el humano que pese al reseteo universal que el Doctor llevó a cabo en The Big Bang (5.13) sigue manteniendo la memoria, y el traje, del Rory Auton. Gestada en la TARDIS, y expuesta a la energía de esta, poseedora de ADN Time Lord. Un follón, vamos.