El pecado sorkiano


Aaron Sorkin es un ser humano excesivo en sus convicciones. Al contrario de lo que se le reprocha al personaje de Jeff Daniels en el comienzo del primer episodio de The Newsroom (HBO, 2012 - ...) no se puede decir que Sorkin no tome partido. Reconocido y participativo demócrata,  el neoyorkino procesa una extrema fascinación sobre el grupo como elemento último de creación (casi toda su obra pivota sobre ello) y en tiempos en los que la ficción se regodea en explorar el lado más oscuro de la gente y de la vida, de recordarnos que todo está podrido y va a acabar mal, los guiones de Sorkin se empeñan en recrear una realidad idealizada en los que unos personajes con fuertes convicciones morales se unen y dan lo mejor de sí para conseguir sus metas. 

En The Newsroom apunta al periodismo y el excesivo corporativismo de éste. "Un pueblo no puede ser libre si no está bien informado". Es su segundo acercamiento a la profesión después de Sports Night (ABC, 1998 - 2000), primera incursión de Sorkin en la televisión que, a primera vista, puede parecer una serie menor dentro del universo Sorkin pero que ya recoge desde el principio todos los tics, formas y argumentos del escritor que más tarde se daría el gustazo de desarrollar y evolucionar en The West Wing (NBC, 1999 - 2006). Y es que se puede decir que todas las series sorkianas conviven en un mismo universo moral que las une y las define, por mucho que se desarrollen en contextos diferentes.

He aquí la primera cosa que deben saber sobre The Newsroom. No parece que, por ahora, se mueva por terrenos diferentes a las de sus hermanas. Sorkin no arriesga ni cambia de discurso, convencido de que su mensaje debe ser escuchado una vez más.  Hace lo que mejor sabe hacer con la misma confianza que tiene un trapecista que realiza sus más enrevesadas piruetas sobre una red de seguridad. Otra persona, otro que no fuera Sorkin, se hubiera replanteado su estilo o su forma de contar historias después del batacazo de público y crítica de Studio 60 (NBC, 2007), su obra más personal hasta la fecha, pero no hay nada en The Newsroom que no recuerde a aquella, catarsis inicial incluida. 

Y que medio mundo te demonice por sermoneador y hacer gala de una superioridad intelectual al parecer insultante, "el talento siempre bajo sospecha", no hace si no confirmar lo que ya decíamos al principio. Aaron Sorkin es un ser excesivo en su mensaje, en sus formas y en su vida personal, pero también lo es en sus convicciones y en su romántica forma de entender la vida. Y sus personajes son como él. Inteligentísimos profesionales de inquebrantables valores que deben luchar contra los que no están de su parte a la vez que lo hacen contra sus demonios interiores. Cada personaje de Sorkin tiene un poco de él, y todos ellos juntos definen su álter ego. Si con Leo McCarthy o Danny Trip le ponía voz y cuerpo a sus problemas con el alcohol y las drogas ahora con Will McAvoy Sorkin habla abiertamente de los conflictos que llevan a un líder de opinión a estar constantemente bajo la lupa de la opinión pública y los conflictos éticos, profesionales y sentimentales que ello conlleva.

Y lo cierto que The Newsroom va como un tiro. Dialogos rápidos y certeros, sin subtexto ninguno y siempre directos y honestos hacia el espectador, que se mezclan con profundos y extensos monólogos mientras la acción se va desarrollando por medio de una tensión argumental que tan bien siempre ha manejado Sorkin en sus guiones. Ese es la verdadera respuesta que tiene Sorkin hacia su crítica. Se le acusa, con razón, de que su estilo es apabullante y de ser ideológico hasta la náusea, y se supedita toda su creación a ello. Sin embargo no se debe olvidar que por encima de esos argumentos, o a pesar pensarán sus detractores, no existe guionista ninguno en televisión con el arte de juntar letras como tiene Aaron Sorkin. Su estilo puede que no guste, pero es excelso. Y al igual que sus personajes, lo defiende hasta las últimas consecuencias. Ese es su pecado, el pecado sorkiano.