It's Netflix's Arrested Development


El 2 de noviembre de 2003 se pudo ver en FOX el primer episodio de Arrested Development, sitcom multicámara salida de la obsesión de Ron Howard por transvasar el formato reality a  la comedia y que el talentoso guionista Mitchell Hurwitz se encargó de dar forma. El resto, como deberían saber, es historia de la televisión. Con su estilo semi documental, sus encriptados guiones llenos de capas que se relacionaban entre sí de las formas más inverosímiles posibles, su humor referencial y su excelente uso del gag visual, Arrested Development se ganó el cariño de la crítica y del público, que no siempre es lo mismo que la audiencia, pero no tanto el de una cadena que, tras tres temporadas, decidió cerrar el chiringuito de los Bluth para siempre.

O no, porque los rumores de vuelta siempre estuvieron activos. Ya por el 2006, cuando el fin parecía definitivo, cadenas de cable como Showtime mostraron la intención de llevarse la serie bajo sus brazos y desde entonces cada vez que alguno de sus actores o responsables aparecían delante de una cámara eran bombardeados con preguntas sobre el posible regreso de la serie. Año tras año la suculenta historia de que por fin habría una película de Arrested Development corría por todos los mentideros de la industria hasta que en 2011, y Netflix mediante, Hurwitz anunció que la serie volvería de forma episódica como posible antesala de la tan esperada película que tanto él como Howard llevan años planeando como cierre de la historia.

Y en estas estamos, dos años después en un mes de mayo que parece marzo, en el que Netflix ha decidido poner a disposición de una sola tacada, para que sea el espectador el que decida el ritmo con el que quiere disfrutar esta cuarta temporada, los quince episodios que significan el regreso de la gran comedia televisiva moderna. Una temporada y unos episodios que se han visto alterados en relación a su concepción original debido a los problemas de agendas derivados de volver a reunir a todo el cast original. Pero a partir de este inconveniente Hurwitz se ha sacado de la manga un nuevo formato que evoluciona del original en el que, por separado, cada episodio es narrado desde el punto de vista de un personaje concreto pero, en conjunto, forma una enrevesada historia única que deja en pañales las interrelaciones que se daban en sus primeras temporadas. Da verdadero pánico la idea de ponerse a desenredar guión por guión, línea por línea, la red de conexiones, referencias y chistes ocultos que pueblan estos nuevos episodios. Arrested Development, de nuevo, apuesta alto y no se conforma con ofrecer lo mismo de siempre si no que una vez más se presenta como la más innovadora de las comedias. Y ese es su mayor logro, el de volver a tener la ambición de seguir experimentando y no quedarse en la zona de confort en la que podría haberse movido con maravillosa facilidad.


Evidentemente, esta nueva vuelta de rosca al formato trae consigo ciertos inconvenientes. Debido a que cada episodio está centrado en un miembro de la familia concreto y contado desde su punto de vista estos caen en cierta saturación que su excesiva duración, se pasa de los veintidós minutos a más de los treinta, tampoco ayuda a disipar. El tono y el humor varían mucho por episodio y se pierde ese equilibrio por el que tan bien se movía la serie. Una situación que se ve agravada cuanto más extrema es la personalidad del personaje en cuestión en el que se centra la historia. Todo ello dota de una evidente irregularidad a unos episodios que funcionan como una montaña rusa, a base de altos y bajos. Y es que Arrested Development sigue regalando muchos momentos de excelente comedia pero también es cierto que los peores momentos de la serie se encuentran entre estos quince episodios.

Por el otro lado, que no todo son malas noticias,  una vez que el espectador se acostumbra al nuevo formato y va reconstruyendo ese galimatías que la serie propone, el visionado de los episodios se va tornando cada vez más reconfortante. Algo lógico teniendo en cuenta el formato y que, además, ayuda en el revisionado. La serie siempre se prestó a volver a ella periódicamente y esta cuarta temporada recurre de nuevo a no ser un producto de consumo único. Tras haber vuelto a algunos episodios les puedo decir que es en la revisión donde esta temporada va ganando enteros y donde termina de mostrar todas sus cartas.

En definitiva, Arrested Development aprueba con muy buena nota la dura prueba que siempre supone volver. Las expectativas y nostalgias siempre suelen jugar malas pasadas en estos casos, pero la apuesta por evolucionar y seguir explorando diferentes caminos tapan con creces los inconvenientes derivados de esa continua experimentación. La televisión no es como era hace diez años, eso está claro, pero de nuevo una serie sobre una familia rica que perdió todo y un hijo que no tuvo más remedio que mantenerlos unidos marca el comienzo de una nueva era. Es Arrested Development.