La nueva carne
Este anuncio de Scream (MTV, 2015) a ritmo de Rilo Kiley dejaba abierta la esperanza tras las noticias de que ni Kevin Williamson ni Wes Craven [1] iban a tener nada que ver con el relanzamiento televisivo de una de las franquicias más reconocibles de los últimos veinte años. Y lo hacía porque captaba muy meritoriamente el tono desenfadado que se le presupone a una saga que se encuentra en el imaginario colectivo de muchos amantes del cine de terror. Pero claro, que no viéramos ningún fotograma de la serie también anticipaba que a lo mejor donde podíamos ver las mejores de las intenciones solo había una muy buena jugada del equipo de promoción de la cadena.
No voy a contar nada nuevo, pero el éxito de Scream radicaba en el juego de referencias sobre el género en el que Craven y Williamson se movían como peces en el agua, logrando a la vez ese equilibrio tan difícil entre la sátira, la revisión y el más sentido homenaje. Un juego del que el espectador, totalmente empapado de los mecanismos y clichés del slasher durante años, era totalmente cómplice. Y, a parte de los guiños y toques en el hombro esperables y demasiado subrayados, no parece que esta Scream quiera recorrer esos caminos. Algo que no necesariamente tiene que ser malo.
Cabe preguntarse, entonces, hasta que punto esta ruptura con el pasado puede ser beneficiosa para el devenir de la serialización. Porque los tiempos han cambiado y los referentes del horror adolescente son otros. Unos referentes que la nueva Scream parece no querer sacar de las grandes sagas cinematográficas o de su propia franquicia, si no de éxitos televisivos juveniles modernos como Pretty Little Liars.
Es por ello que en su piloto Scream deja una sensación amarga, porque no termina de dejar claro a qué quiere jugar. Si a actualizar una saga a los tiempos que corren, algo que por otra parte ya hacía la cuarta entrega cinematográfica, o a utilizar un legado reconocible por la mayoría para asegurarse una cantidad de ojos extras y rezar para que se queden tras presentarles una nueva propuesta que tiene poco de revisionista.
[1] Cuya aparición en los créditos como productor ejecutivo es meramente testimonial.
[+] El estado del terror televisivo, por Jonatan Sark en Sabemos.