The Living and the Dead: terror gótico made in BBC
A Ashley Pharoah y Matthew Graham les conoceréis por ser los creadores, junto a Tony Jordan, de Life of Mars y su spin-off Ashes to Ashes. Ambas series tenían la particularidad de mezclar la ciencia ficción con el drama de época (siempre que consideremos de época las décadas de los setenta y ochenta, claro). Y, teniendo en cuenta esto, no sorprende tanto que en su nueva colaboración para BBC, The Living and the Dead, jueguen de nuevo con esa mezcla de géneros que también les ha funcionado en el pasado.
Esta vez nos encontramos con una historia de fantasmas situada en 1894 en un pequeño pueblo ficticio del suroeste británico. Nathan Appleby (Colin Morgan) es un refutado psicólogo que se ve obligado a volver junto a su nueva esposa Charlotte (Charlotte Spencer) a la granja que su familia controla desde generaciones debido a la enfermedad de su madre. Tras la muerte de esta la pareja decide quedarse para continuar con el trabajo familiar, lo que empieza a desencadenar una serie de sucesos paranormales que parecen siempre estar relacionados de una forma u otra con la influencia que la familia Appleby ha tenido en la zona durante años.
Como si de una novela de Thomas Hardy se tratara, The Living and the Dead nos traslada a las zonas rurales de una Inglaterra que vive los últimos coletazos de la época victoriana. Y el primer gran acierto que se consigue es el jugar con los tiempos que recrea para generar un marco y un ambiente propicio para contar su historia de fantasmas. La decadencia de los sistemas agrícolas, el miedo al progreso o los lazos de la tradición no solo son meras circunstancias narrativas de fondo si no que se convierten en los hilos conductores de la historia. Y aunque es cierto que la serie peca de ser algo contemplativa debido a esa exposición, también es cierto que ese mimo por crear una atmósfera propicia es lo que acaba consiguiendo la mezcla perfecta entre lo cotidiano y lo sobrenatural. Y este equilibrio es el que le otorga ese punto que le diferencia de otras propuestas similares.
Y si Hardy es el referente a la hora de situar la The Living and the Dead en su contexto histórico, la obra de M. R. James hace lo propio con su condición de obra de terror. James, revisionista del género, quiso abandonar alguno de sus clichés y empezó a dotar a sus historias de fantasmas de ciertas características muy presentes en la serie. Aquí, nuestro protagonista se nos presenta como un profesional de la psicología famoso por sus estudios freudianos que abandona la vida de viajes por grandes ciudades para asentarse en un antigua granja. Y junto a él llega también su segunda mujer con la que mantiene una relación apasionada pero insuficiente para engendrar un hijo. El protagonista educado y culto, el cambio de escenario del glamour gótico a las zonas más rurales y el subtexto sexual son temas recurrentes de James que aquí sirven para dotar de duda lo paranormal. La evidencia contra la superstición, la psique contra lo sobrenatural o la ciencia contra la fe, son continuas dicotomías presentes en los actos y pensamientos de los personajes y acaban construyendo una acercamiento al misterio del que se beneficia mucho la historia.
Por lo demás, The Living and the Dead tiene todo lo que esperamos de un producto de BBC de estas características. Unos altísimos valores de producción, una cinematografía cuidada e interpretaciones que van de lo correcto a lo convincente (sobre todo el trabajo de Morgan como protagonista). Un total de seis episodios que podéis ver en el iPlayer de BBC y, en definitiva, una de esas joyitas que suelen pasar desapercibidas y que nos suele regalar todos los años el verano.
Por lo demás, The Living and the Dead tiene todo lo que esperamos de un producto de BBC de estas características. Unos altísimos valores de producción, una cinematografía cuidada e interpretaciones que van de lo correcto a lo convincente (sobre todo el trabajo de Morgan como protagonista). Un total de seis episodios que podéis ver en el iPlayer de BBC y, en definitiva, una de esas joyitas que suelen pasar desapercibidas y que nos suele regalar todos los años el verano.