Last Chance U: cuando la realidad supera a la ficción
Scooba es un minúsculo pueblo del sur de Estados Unidos de menos de 700 habitantes que alberga el campus del East Mississippi, un community college [1] famoso por ser la casa del equipo de fútbol americano campeón nacional los dos últimos años, los Lions. Pero es su programa deportivo, y no tanto su palmarés, lo que ha llevado a Greg Whiteley y Adam Ridley a pasar una temporada documentando a entrenadores, jugadores y personal docente para la grabación de Last Chance U, la última serie documental estrenada en Netflix.
La particularidad de estos Lions se encuentra en su sistema de reclutación. El equipo está compuesto en su mayoría por jugadores que cumplen los requisitos deportivos suficientes como para militar en universidades pero que, por diferentes motivos que van desde lo académico a lo legal, no son aptos para conseguir una beca para jugar a ese nivel. Y aquí es donde entra el cuerpo técnico capitaneado por el entrenador Buddy Stephens y la asesora Brittany Wagner, encargados de enderezar estudiantil y deportivamente a unos chavales que se encuentran literalmente ante la última oportunidad de poder labrarse una carrera como deportistas profesionales o, al menos, poder entrar en una universidad en la que conseguir un diploma.
Como ya hiciera Friday Night Lights [2], Last Chance U utiliza el fútbol americano para retratar una comunidad en la que el deporte es la única vía de escape para muchos. La pobreza, delincuencia e incluso un racismo tan acentuado hasta el punto de que todo el mundo lo da por hecho son aquí temas que, aunque no se tratan directamente, están en el ambiente. Sus creadores, acertadamente, combinan las visicitudes deportivas con el día a día escolar de los jugadores dando la oportunidad de presentárnoslos en otro contexto más personal y auténtico. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los chicos, afroamericanos provenientes de familias desestructuradas, han pasado por el sistema educativo obligatorio de puntillas gracias a su talento y se encuentran con la frustración de no poder seguir avanzando en sus carreras por no dar el nivel académico y estar atrapados durante dos años en una escuela en medio de la nada a la espera de que algún ojeador los saque de ahí.
Porque es importante saber que, como muchos otros grandes deportes americanos, la liga de fútbol basa su sistema de reclutamiento en las universidades. O lo que es lo mismo, si quieres tener una oportunidad tienes que llegar a unos mínimos educativos que te permitan mantener tu beca deportiva y evitar ser expulsado. Durante los ocho episodios que dura esta serie documental se nos da a entender que esos requisitos son realmente bajos y que con un poco de interés por parte del alumno y mucha mano ancha por parte del profesorado son conseguibles. Y aún así, la desidia y total incapacidad a la hora de estudiar de los jugadores es tal que te hace preguntarte hasta que punto quieren de verdad conseguir su sueño de ser profesionales.
En este sentido es capital la figura de la orientadora Brittany Wagner, estrella de la función y la única adulta que parece preocuparse de verdad por el futuro de los jugadores. Totalmente devota de su trabajo y sus estudiantes, Wagner es una figura maternal y protectora cuya misión reside en que consigan una nota media suficiente para que los entrenadores universitarios puedan llevárselos a sus equipos. Los momentos en la que la vemos perseguir a chicos que le doblan en estatura y peso para comprobar si llevan papel y lápiz con los que tomar unos apuntes no son tan emocionantes como el desenlace de un partido pero muestran de verdad todo lo que hay detrás de los focos. Y lo que es más importante, ponen de manifiesto una realidad muy descorazonada sobre una estructura deportiva y educativa que trata a miles de atletas por todo el país como ganado y que parece despreocuparse totalmente de ellos en el momento en el que deciden que no son necesarios.
Pero Last Chance U también es un gran drama deportivo. La meta última del deporte es llegar a unos objetivos y eso siempre ha favorecido desarrollar al rededor de él narrativas muy potentes. Básicamente porque se valen de conceptos simples pero universales como el sacrificio, trabajo o la justicia con los que son muy fácil de conectar. El reto de estos Lions es el de mantener una racha de victorias aplastantes (a veces hasta la humillación) que les permitan están arriba en el ranking y así poder disputar el campeonato nacional, ya que a más partidos jugados más posibilidades de que un ojeador se fije en un jugador. Una situación que les convierte a ojos de los demás en los malos de la historia y en la que su entrenador, una figura casi marcial, sabe moverse perfectamente.
Cada episodio termina con la retransmisión de todos y cada uno de los partidos que el equipo jugó la pasada temporada y aquí es donde la serie brilla a un nivel más técnico. El trabajo de seguimiento al juego y sus jugadores es excepcional; más si tenemos en cuenta la complejidad, a veces hasta el absurdo, del fútbol americano y sus reglas y tácticas. Aquí hasta el más neófito podrá seguir sin problemas el juego y disfrutar sin problemas de la parte más épica de la historia. En definitiva, Last Change U funciona tan bien porque es capaz de equilibrar el retrato intimista hacia sus protagonistas con esa épica deportiva de la que hablábamos hace un momento. Puede que el tema que trata no sea muy atractivo para cualquiera que no esté familiarizado con este deporte y su contexto, tan distante a veces los ojos de un europeo que parece venido de otro planeta. Pero que esto no os aleje de ella, porque debajo hay un retrato cultural y social muy interesante.
[1] Los community college son centros públicos de educación superior basados en programas de dos años que, aunque ofrecen una titulación oficial, están por debajo de las universidades. Salvando las distancias, una especie de formación profesional española.
[2] Al igual que la película y serie de Peter Berg se basaba en una historia real recogida en el libro de H. G. Bissinger, la idea de grabar este Last Chance U nace de este extenso reportaje de Drew Jubera publicado en GQ hace un par de años.